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Co - autor: J. Carlos Prieto. Separata del trabajo publicado en el número 18 de Conciencia Activa. UN CAMINO QUE FUE INICIADO EN 1936, EN EL "INSTANTE DE UN INTENTO POR DECIR SENCILLAMENTE LA VERDAD DEL SER". 1. El Origen: Del fracaso del rectorado a “Carta sobre el humanismo” El rectorado de Heidegger en Friburgo de Brisgovia comienza en el 21 de abril de 1933 para acabar un año después, exactamente el 23 de abril de 1934. Dos años más tarde, Heidegger, expulsado de Siracusa, o de vuelta a sí mismo, emprende una singular búsqueda de principios. Se trata de decir el Ser, de querer para el hombre un estado de escucha que le permita por primera vez ser fiel a su esencia. Es un camino radicalmente distinto, un sendero no hollado, una reflexión sobre la morada del ser que traspasa el lenguaje y sobre el destino del pensar que recorre su forma: denunciar la era del pensamiento técnico, de lo no auténtico… No se trata de comenzar sencillamente a escribir sobre la cuestión de la técnica, a repetir lo que se dijo sin ningún tipo de criterio histórico. Tampoco se trata de explicar las interpretaciones sobre Hölderlin de Heidegger. Hay que hacer una lectura comprensiva y partir desde el momento en el que Heidegger gira y vuelve sus ojos sobre el poeta: explorar el ascenso y la caída del filósofo. Mostrar cómo la pregunta por la técnica es una cuestión que ya estaba en su acción política desde el comienzo, cuando creía que Alemania estaba atenazada entre las dos apoteosis del dominio de la técnica: los Estados Unidos y la Unión Soviética. La respuesta de Alemania tendría que ser diferente. Pasaba por una vuelta a los orígenes, por una cercanía nueva y originaria al fundamento. Erróneamente vio Heidegger en el partido nacionalsocialista esa revolución que traería un futuro nuevo. Erróneamente también intentó guiar desde su cargo de rector la ideología que lo animaba. Desde 1933, el año del ascenso político de Hitler, en todos los sectores comenzó a circular una palabra: “Gleichschaltung”, es decir “sometimiento”, “uniformización” o “conexión inmediata” –esta conformidad, esta disposición hacia el nuevo régimen debía invadir todos los órdenes: personal, social y administrativo. Es interesante resaltar el testimonio de una discípula judía de Heidegger, Hannah Arendt. Para ella lo más difícil era soportar la actitud de adhesión, incluso en aquellos más cercanos. Cabe la duda de si se estaría refiriendo a Heidegger… “El problema, el verdadero problema personal no es lo que hicieron nuestros enemigos, sino lo que hicieron nuestros amigos. Esa marea de la uniformización, en buena medida voluntaria o que, en todo caso, no estaba aún bajo la presión del terror, fue como si en torno a nosotros se originase un espacio vacío. Yo vivía en un medio intelectual pero conocía bien a otras gentes. Y pude comprobar que la uniformización se convertía en regla entre los intelectuales; no así en otros medios” . Hugo Ott escribe al respecto de la uniformización: “Al principio se habla sólo de unificación: este concepto, y la realidad ligada a él, estaban muy claros desde marzo de 1933, cuando diariamente y en todas partes se echaban abajo estructuras políticas y sociales y se ponían otras nuevas en su lugar.” El mismo Jaspers, amigo personal de Heidegger, quedó mudo al ver el ardor con el que Heidegger decía: “¡Hay que conectarse!”. La ola revolucionaria estaba impregnando todo, y, como efecto parejo, enmudecía a aquellos que prevenían la catástrofe o que no participaban de ese ardor. El filósofo estaba plenamente inmerso de ese sentimiento: pese a sus declaraciones de los procesos de desnazificación de final de la guerra, en las que afirma que aceptó el cargo muy a su pesar, Ott, en su biografía sobre el filósofo muestra como Heidegger estuvo muy interesado en conseguirlo. En 1933, Von Möllendorf, el anterior rector, de tendencias socialdemócratas, presenta su dimisión. Un poderoso grupo de profesores, adeptos al nuevo régimen apoyan la candidatura de Heidegger. El nuevo rector utiliza el lenguaje de Ser y Tiempo, y traicionando su esencia comienza a hablar de la nueva existencia auténtica: diluir la individualidad en una nueva identidad colectiva. El grito que impondrá Heidegger en la Universidad será “¡Victoria y Salvación!” (“Sieg Heil!”) , y el principio que llega será el caudillaje: el Führerprinzip, la nazificación bajo su mando del conjunto de los órganos universitarios, así como la supresión de las organizaciones juveniles, quedando éstas fundidas en las violentas SA, en una estricta jerarquía militar. Como dice Martín Claros: “En suma, Heidegger impuso en todo el ámbito académico, con sumo rigor y posible alevosía, el modelo de gobierno totalitario que los nazis implantaban en la sociedad. Investido Führer universitario, el rector se dedicó a propagar la nueva doctrina oficial del Reich con respecto a los universitarios –doctrina que de inmediato se ocupó de apoyar con su propia filosofía- y a comportarse con sus subordinados como un pequeño tirano.” Quizás exagera el autor, pero ayuda a entender el clima que el filósofo alemán pretendió instaurar en la universidad. Pronto se observó con pavor como el águila del Reich prendía de su solapa –un pequeño gesto en comparación con las nuevas formas que trataría de imponer: las actitudes marciales, paramilitares, la exaltación de la entrega, los saludos, el principio del caudillaje… – Todo ello convendría a renovar la universidad… “Con la revolución nacionalsocialista que tanto había ansiado y el cargo de rector, el filósofo creyó hallarse en el centro de un gran movimiento purificador de la vida, además de en medio de un hito histórico, en el zaguán de una nueva era que advenía para Alemania y que habría de extender su influencia por toda Europa. He ahí por qué le parecía urgente readaptar la política universitaria al gran cambio espiritual que debía acaecer en todo el país.” La piedra filosofal era el principio de obediencia… En 1933, el 28 de Mayo, Heidegger pronuncia un discurso celebrando el décimo aniversario de la ejecución de Leo Schlageter, un terrorista o un activista patriótico, -según las interpretaciones- que en 1923 había colocado unas bombas en la cuenca del Ruhr, ocupada por los franceses en la I Guerra Mundial. En este discurso tenemos un ejemplo claro de cómo Heidegger adaptaba sus ideas de Ser y Tiempo a la acción política. Dice Martín Claros: “Para el filósofo del Ser, Schlageter se había decidido a obrar con autenticidad, eligiendo su propia muerte en beneficio de la comunidad. Había actuado a solas y sabiendo que con ello asumía su desaparición, la posibilidad más intrínseca y más intransferible del ser humano. “Sólo quien asume su propia muerte con todas sus consecuencias actúa propiamente y es auténtico.” Sin embargo el hito lo marcará su discurso pronunciado en la toma de posesión del rectorado. La renovación era una exigencia. La disposición de la universidad para encaminar a los estudiantes al trabajo, a las armas y al saber. Heroísmo y decisión eran la aportación del filósofo del Ser para la nueva Alemania. Heidegger continuará produciendo textos de carácter nacionalsocialista. Este período de fervorosa práctica política concluirá con su renuncia, en 1934, al cargo de rector. Todavía las lecciones de introducción a la metafísica están bajo el signo del nacionalsocialismo. En su fuero interno, Heidegger se ha sentido incomprendido, su misión no ha sido entendida –sin embargo no renuncia a sus ideas sobre el nacionalsocialismo e intenta todavía acceder a puestos importantes. No obstante, informes como los del psicólogo Jaensch, en los que se le calificaba de filósofo esquizofrénico y estrambótico, dificultan su candidatura a dirigir una de escuela de perfeccionamiento político, un lugar donde se formaría el espíritu de los nuevos docentes del Reich alemán. Lo cierto es que la colaboración de Heidegger con el nacionalsocialismo no fue un error pasajero de pocos meses. Tras el rectorado el filósofo ejerció un puesto en la comisión de Filosofía del Derecho, en el marco de la Academia para un Derecho Alemán. Para Martín Claros, su colaboración con el sistema nazi “se trató de una profunda implicación, aunque carente de perspectiva realista que, por lo demás, nada tuvo que ver con lo criminal del nazismo (dejando a un lado la discusión de si secundar un régimen semejante constituye o no un crimen).” En el filósofo se fue operando un cambio, aflorando su desilusión con el nazismo y perdiendo paulatinamente su esperanza de ejercer algún efecto práctico en el régimen. La guerra terminaba y Alemania hacía sus últimos esfuerzos para proseguir la lucha: Heidegger fue llamado a las milicias, para tratar de detener en las ciudades el avance las de tropas francesas por Alsacia. En realidad nunca llegó a entrar en combate. Durante la ocupación por parte de los aliados, se tuvo que someter a los procesos de desnazificación. Su casa se destinó a gentes sin hogar y su biblioteca fue incautada. En el primer fallo del proceso, en agosto de 1945, la comisión, dictó lo siguiente: Heidegger había servido a la revolución nacionalsocialista hasta 1934, fecha en la que había dejado de participar. Se propuso su jubilación anticipada, sin que ello significase que dejase de impartir lecciones. Contra este veredicto, considerado excesivamente suave, reaccionó el claustro de profesores de la Universidad de Friburgo. Se produjo la revisión de todo el proceso, y se volvió a dictar sentencia en marzo de 1947: a Heidegger se le prohibía ejercer la docencia. Además, al final de ese mismo año, dejaría de percibir su sueldo –Heidegger, a pesar de recibir una pensión de jubilación quedaba excluido de la Universidad y aparecía ante el mundo como un antiguo nazi. Durante el proceso, pidió a su antiguo amigo Jaspers que redactase una carta, un informe sobre su personalidad y actividades. Dicho informe, desfavorable, sorprendió tanto a la comisión como al propio Heidegger y fue decisivo para apartar al filósofo de la Universidad. La comisión manifestó su malestar por la falta de sentimientos de culpa o de arrepentimiento que encontraron en Heidegger, otro factor que jugó en contra del filósofo . Al respecto del nazismo, Steiner, en su libro sobre Heidegger ha escrito un párrafo extraordinario: “¿Existe en alguna parte de la obra de Heidegger un repudio del nazismo; existe en alguna parte, desde 1945 hasta su muerte, por lo menos una sílaba sobre los hechos reales, sobre las implicaciones filosóficas del mundo de Auschwitz? Éstas son las preguntas que realmente importan. Y la respuesta tendría que ser: No.” A pesar de todo, era ya un filósofo admirado, y contaba con simpatizantes dentro del profesorado. En Francia se le consideraba el principal inspirador del existencialismo. Hasta 1949 Heidegger no pudo ejercer la docencia. Esta vez Jaspers actuó a su favor: escribió una carta al entonces rector de la universidad de Friburgo hablando positivamente de su antiguo amigo. Durante el proceso de desnazificación se había terminado considerando a Heidegger simpatizante pero no colaborador –el claustro de la Universidad terminó por rehabilitar al filósofo, si bien por escasa mayoría. Cabe destacar también que en el informe enviado por Jaspers, se recomienda apartar a Heidegger sólo temporalmente de la docencia, a fin de no pueda dañar a la juventud, o al menos hasta que ésta hubiera recuperado su capacidad de juicio y de crítica. Estas líneas han servido para enmarcar el momento, el contexto tanto social como personal del filósofo, del cual provienen las nuevas reflexiones –Heidegger se ha retirado al dominio del espíritu, ha dejado atrás sus aspiraciones políticas. Sin embargo, su fondo histórico permanece vivo: querer una transformación del hombre, un nuevo estado de escucha y proximidad al Ser que permita otra forma de situarse en el mundo –lejos del dominio de la técnica la llamada suena de esta manera: dejar al hombre ser hombre siendo la tierra, tierra. Pensamientos sólo alumbrados en caminos perdidos, entre la tierra sobrante de los surcos, que de tiempo en tiempo va dejando el razonamiento en el lenguaje. La pregunta por la técnica y la poesía como respuesta son expresiones de la misma voluntad que quiso ser la directora del nuevo Geist alemán. Pregunta y respuesta cada vez más urgente para una Alemania y para un mundo Occidental cada vez más oprimidos por la doble tenaza del capitalismo liberalista de los Estados Unidos y el capitalismo estatalizado de la Unión Soviética. 2. Breve apunte sobre el carácter de Heidegger. En el informe que envío Jaspers se dice lo siguiente: “A veces da la impresión como si vinculara la seriedad del nihilismo con la mistagogia de un mago. Ocasionalmente acierta de manera secreta y maravillosa con el nervio de la filosofía en la corriente de su lenguaje particular.” Efectivamente, Jaspers describe la doble faceta de Heidegger: el filósofo a la escucha, que sigue el delicado hilo del ser a través del laberinto –el filósofo que replantea la existencia desde su abismo fundador: la llamada no oída del ser suena y transforma la existencia. Recorriendo el cerrado lenguaje de Heidegger se corre el peligro de extraviarse: a veces es el mismo camino el que está extraviado, se pierde como una senda de madereros en el bosque –sin dirección no queda nada: mago y filósofo, flautista y orador, el rey secreto del pensamiento tenía múltiples facetas. Debemos estar atentos, pues no todo de lo que trata es igual de valioso… es difícil avanzar con seguridad por senderos no hollados… En cuanto al carácter de Heidegger, tanto Hannah Arendt como Jaspers percibieron que tendía hacia la volubilidad: le escribe Hannah Arendt a Jaspers: “Con respecto a Heidegger… eso que usted llama impureza, yo lo llamaría ausencia de carácter, pero en el sentido de que él literalmente no tiene ninguno, y desde luego tampoco uno especialmente malvado” Una vez que Arendt volvió a Europa y se encuentra con su viejo profesor, sus juicios se vuelven más suaves –sin embargo continuó pensando que tenía un carácter débil, demasiado influenciado por el de su mujer. No podemos llegar a Heidegger exclusivamente desde esta introducción. Sería un grave error tratar de reducir sus reflexiones a su vida –con ello estaríamos dejando escapar lo que tienen de valioso y secreto sus pensamientos. Se trata es demostrar que sus pensamientos, por más abstractos, por más metafísicos que éstos sean, no son pensamientos desenfocados: pertenecen a un tiempo –pertenecen a nuestro tiempo. La pregunta por la técnica es más urgente que nunca: podemos cuestionar desde dónde, los presupuestos que encierra ésta filosofía, pero lo que es indudable es la necesidad de la reflexión. Igual que una senda perdida no implica necesariamente que no tenga salida, vislumbrar una respuesta –la escucha del Ser- no significa que no haya más caminos. El pensamiento no puede aventurarse a seguir una sola dirección. La palabra sigue viva, manifestándose, trabada con el pensamiento –sabemos que los filósofos y los poetas son sus guardianes: otorguémosle dignidad a la palabra. Como dice el propio Heidegger: “Preguntar es estar construyendo un camino. Por ello es aconsejable fijar la atención en el camino y no estar pendiente de frases y rótulos aislados. El camino es un camino del pensar. De un modo más o menos perceptible, todos los caminos del pensar llevan, de una forma desacostumbrada a través del lenguaje.” 3. La cuestión de la técnica. La existencia humana es el ahí del ser –pero precisamente este ahí, es, como muestran los pensamientos posteriores de Heidegger, un ahí en la tierra. Dice Steiner: “Aunque no publicada hasta 1953, Die Frage nach die technik (La pregunta por la técnica) está configurada con argumentos y reflexiones que se hallaban presentes en Sein und Zeit. Lo que asombra es la densa idiosincrasia del estilo tardío en Heidegger.” Sigue siendo una constante entre aquellos que han estudiado su pensamiento al comentar su estilo: oscuro, difícil, parece que fuera el lenguaje de los secretos… El hombre tiene la capacidad de traer lo oculto a la presencia (aletheia) –está llamado ante la tierra que pisa: su respuesta se puede dar como vocación –dejar a la tierra ser tierra como entrega de semilla y recogida- o como provocación –ejemplificado en la moderna producción agraria, buscando siempre el máximo rendimiento- tratando la tierra como energía extraíble y almacenable. Para Heidegger, la respuesta a la técnica, su cuestionamiento, es más urgente que nunca, dado el avance imparable de los modelos soviético y americano. El ambiente, dirá Heidegger, tiene un aura irreducible –el análisis del filósofo parte del hombre: no se trata de hablar de la naturaleza desde el misterio que la envuelve, sino de decir la casa del hombre: siendo su esencia poner fuera lo oculto, el moderno producir no hace sino disfrazar con gruesas telas una primera intuición que se ha venido perdiendo paulatinamente hasta nuestros días. Lo fundamental de esta pregunta –como muestra Martín Claros- es que el extraer o el sacar fuera, la cuestión de la verdad, ya no discurre por el cauce de la poiesis. (Martín Claros, pg. 379) Dice Steiner: “Pero el sentido original de téchne ha sido degradado con la fatal revolución de los valores que Heidegger atribuye al desvalorización platónica de los objetos naturales y de los productos humanos; y también con el dominio aristotélico-cartesiano del conocimiento, o mejor dicho, con el uso que se hace del conocimiento para ejercer un dominio.” Heidegger comienza preguntándose por la técnica –a ella estamos unidos, tanto si la afirmamos con fuerza como si la negamos enérgicamente. Sin embargo, lo que nos hace ciegos a su esencia es representárnosla como algo neutral. A la pregunta ¿qué es la técnica? comúnmente se dan dos respuestas: es un medio, o una serie de medios para unos fines, y, es un hacer del hombre. Esto sería su esencia. Dice Heidegger: “Tenemos que preguntar: ¿qué es lo instrumental mismo? ¿Á que pertenece una cosa así en tanto que un medio y un fin? Un medio es aquello por lo que algo es efectuado, y de este modo alcanzado. A lo que tiene como consecuencia un efecto lo llamamos causa.” Por eso mismo Heidegger parte al análisis del concepto de causa en la cuna del pensamiento, en Grecia, y en su primera formulación sistemática, en Aristóteles. Dice Heidegger: “A lo que nosotros llamamos causa, los romanos causa, lo llamaron los griegos aítion, aquello que es responsable de algo. Las cuatro causas son los cuatro modos –modos que se pertenecen unos a otros- del ser responsable” . Se da lo siguiente: la técnica es un medio o un hacer. Como medio o bien como hacer es causa de algo –lo que muestra Heidegger es que la causa remite originariamente al ser responsable. En la actualidad, se piensa el ser responsable, como una forma de producir efectos o bien en sentido moral. Pero esta concepción, dirá el filósofo, nos aleja del verdadero sentido: el ser responsable es llevar a algo a aparecer. Dice Heidegger: “El traer-ahí-delante trae (algo) del estado de ocultamiento al estado de desocultamiento poniéndolo delante. El traer-ahí-delante acaece de un modo propio sólo en tanto que lo ocultado viene a lo desocultado. Este venir descansa y vibra en lo que llamamos salir de lo oculto. Los griegos tienen para esto la palabra aletheia. Los romanos la tradujeron por veritas. Nosotros decimos verdad y habitualmente la entendemos como corrección del representar.” De esta forma se pretende mostrar que la técnica es un modo de hacer salir de lo oculto, es decir, que la región de la esencia de la técnica es la región de la verdad. En la cuestión de la técnica, nos estamos jugando la verdad. En la moderna técnica, -continuará Heidegger- el hacer salir de lo oculto es una desviación –emplaza a la naturaleza y la considera como energía almacenable, transformable y distribuible; este es el modo de la provocación. En un texto de 1938, en La época de la imagen del mundo, Heidegger anticipaba estas temáticas. Afirmaba que hay dos fenómenos esenciales en la edad Moderna: la ciencia y al técnica mecanizada. Dice “La técnica moderna sigue siendo hasta ahora el resultado más visible de la esencia de la técnica moderna, la cual es igual a la esencia de la metafísica moderna.” Recordemos que este texto se sitúa todavía en la estela de Ser y Tiempo, y también bajo el signo del nazismo. Es conveniente recordar también, que el partido nacionalsocialista fue uno de los primeros en Europa en incluir las cuestiones ecológicas en su programa, así como de empezar a considerar montes, bosques, lagos y especies como de identidad nacional. Conviene todavía destacar una circunstancia: Heidegger es fundamentalmente un hombre de campo. Nacido en el pequeño pueblo de Messkirch, para la realización de sus obras buscará siempre el silencio de los bosques. Een Toudtnauberg, en la cabaña del bosque nacieron obras como Ser y Tiempo. Recordemos por un momento al Nietzsche de la Gaia Ciencia y preguntemos con él: ¿en qué lugar se forjan los pensamientos que escribimos? Para él estaba claro, entre los caminos de las alturas que rodean Ginebra, que rodeaban la Ginebra de entonces, en los Alpes. Los mismos Alpes que ven nacer el Rin, y que hicieron soñar a Hölderlin con el origen semidivino del río, condenado a forjar su camino, condenado a vagar por ser hijo de los dioses… La esencia de la ciencia moderna es la investigación, y lo característico de la investigación es el experimento. La ciencia moderna se basa en la búsqueda de objetividad y en la certeza. El hombre se ve instalado en la época de la imagen del mundo: “Lo ente en su totalidad se entiende de tal manera que sólo es y puede ser desde el momento en que es puesto por el hombre que representa y produce.” Lo fundamental de este artículo es el lugar donde Heidegger sitúa la caída: en la aparición del eidós platónico: “El hombre griego es en tanto que percibe lo ente, motivo por el que en Grecia el mundo no podía convertirse en imagen. Por el contrario, el hecho de que para Platón la entidad de lo ente se determine como eidós (aspecto, visión), es el presupuesto, que condicionó desde siempre y reinó largo tiempo de modo mediato, para que el mundo pudiera convertirse en imagen” . En suma, el hombre griego se abría a lo ente porque se entendía que el hombre era en relación con lo ente y no de forma aislada –sin embargo tuvo un giro inesperado este sentimiento: con Platón el mundo se pone ante los ojos y se desconfía de él –éste es el primer peldaño en la búsqueda de la certeza característica de la modernidad: en su apoteosis el sujeto es frente a la naturaleza; busca que ésta le de posiciones indudables: la res cogitans ya no es morada plena de secretos y misterios –corriente quizás que pervivió hasta Spinoza- sino res cogitans mesurable. La llegada del sujeto, como manifiesta Foucault hizo posible la llegada de múltiples objetos, muestra como se creó, como se le constituyó como objeto, al loco, a los ciudadanos de los márgenes, pero lo que conviene resaltar es que esta llegada, este giro en la dirección de cumplir la esencia del platonismo, colocó a la propia naturaleza como objeto. Nuestra época estaría avanzando más rápido incluso de lo que nosotros creemos en dirección a ese cumplimiento. Heidegger vuelve anticipar lo que será el tema de la carta sobre el humanismo: la crítica del humanismo: “Pero del mismo modo en que la gran época griega era imposible algo semejante a una imagen del mundo, tampoco era posible que prevaleciera algún tipo de humanismo en dicho momento. Por eso, el humanismo en sentido histórico estricto, no es más que una antropología en sentido estético-moral” El humanismo sería la metafísica que correspondería a la técnica -la situación del hombre con respecto a la naturaleza cambió. Tuvo lugar un suceso que marcaría la historia de la metafísica: por primera vez el hombre se colocaba frente a ella y no con ella –con el tiempo nació el humanismo, y acelerándose cada vez más esta metafísica está llegando a su cumplimiento en la esencia de la técnica moderna. Ser y Tiempo, La época de la imagen del mundo, la carta sobre el humanismo y la pregunta por la técnica están conectadas en la relación que guarda la Metafísica Moderna con la técnica. Cuando Heidegger reclama en Ser y Tiempo la destrucción de la historia de la metafísica, pide transformar y dejar espacio para comprender la técnica y el hacer salir de lo oculto de otra manera –esta misma petición se mantiene en la citada conferencia de 1938. Con Carta sobre el humanismo se da todavía una vuelta más: el humanismo como expresión de la Moderna Metafísica se basa en colocar al hombre como centro de la existencia –esta pretendida posición borra la llamada del ser, impide que el hombre la escuche. Heidegger tratará de devolver el ser al centro de la existencia –en esto es completamente opuesto al humanismo y a Sartre. En la cuestión de la técnica realiza un análisis más exhaustivo. El filósofo hablará de la estructura de emplazamiento, o engranaje, en la traducción que sugiere Martín Claros (ge-stell): “aquella interpelación que provoca, que coliga al hombre a solicitar lo que sale de lo oculto como existencias” La esencia de la técnica moderna descansa sobre esta estructura. Es algo que está por encima del hombre, dice Martín Claros: “El engranaje, este Gestell domina la técnica moderna hasta el punto de convertirse en parte esencial de su esencia que deja de ser ya un quehacer del hombre para transformarse en un efectuar y producir sobrehumanos. El desocultar del hombre técnico, intuido por el engranaje, más que un quehacer es un producir” . Pertenece al sino del hombre: el hombre tiene como destino el hacer salir lo oculto. Heidegger, para destino utiliza el término das Geschick: “El término es esencial, pues enuncia nada más y nada menos el hecho fundamental de que la técnica, con todas sus consecuencias, pertenece al destino del hombre, en virtud del cual la criatura humana tiende constitutivamente al desocultamiento” .El dominio de la técnica es además el nublar de cualquier otro modo de desocultamiento –supone que el ser humano ya no se pueda relacionar con la verdad de un modo más originario: es la pérdida del ser, y la permanencia en dicha pérdida. La estructura de emplazamiento como provocación pertenece a este sino y está en camino con el hombre –éste es el peligro, peligro tanto mayor como que es en relación así mismo y en relación a todo lo que es. Peligro porque la estructura de emplazamiento representa una relación total con lo ente –y en esta misma medida se encierra la transformación moderna del hombre en material humano… Y sin embargo habla todavía la palabra del poeta: “Pero donde está el peligro, crece // también lo que salva” Dice Heidegger: “En este caso lo que tiene que ocurrir más bien es que precisamente la esencia de la técnica sea lo que albergue en sí el crecimiento de lo que salva (Das Rettende). Pero, ¿no podría ser entonces que una mirada suficiente, fijada en lo que es la estructura de emplazamiento, en tanto que sino del salir de lo oculto, hiciera resplandecer en su emerger a lo que salva?” Es en la esencia de la técnica dónde se esconde el elemento salvador de ella –en su esencia está emparentada con este elemento redentor. Siendo la esencia de la técnica esencialmente ambigua, para Heidegger señalaría en dirección de la verdad. “Sin embargo la meditación del hombre puede considerar que todo lo que salva tiene que ser de una esencia superior a lo amenazado y al mismo tiempo estar emparentado con él” ” Heidegger trata de mostrar que el elemento salvador en cuanto pertenece a la esencia de la técnica, pasa por una meditación sobre las artes: éstas, emparentadas en esencia con la técnica, pero distinta de ella, constituyen la región donde se debe meditar. Heidegger concluye: “Cuanto más nos acerquemos al peligro, con mayor claridad empezarían a lucir los caminos que llevan a lo que salva, más intenso será nuestro preguntar. Porque el preguntar es la piedad del pensar.” Steiner también se ha acercado a la intuición heideggeriana, dice: “La fatalidad de la tecnicidad reside en el hecho de que rompimos los alzos de unión entre téchne y poiesis. Ya es tiempo de que nos volvamos a los poetas” ¿No es esto lo que pretendía Nietzsche, que nos volviéramos creadores en nuestra propia vida? ¿No responde finalmente la filosofía de Heidegger, con su análisis sobre el “man”, el “se” impersonal, no tratan ambos filósofos de pedir un espacio propio para el hombre, un lugar donde pueda manifestarse su libertad, haciendo de su vida verdaderamente algo valioso? ¿No responden ambos a la misma intuición, llevar el arte a la vida, ser artistas de la cotidianeidad? 4. La obra de arte Heidegger afirma que arte y artista se corresponden –ambos además surgen de un tercer elemento distinto de ambos: el arte. Al igual que hizo con la existencia, Heidegger partirá al análisis de este concepto a través de aquello en lo que se manifiesta: a través de la obra de arte. Bajo la opinión de Martín Claros, Heidegger procederá, en un inicio fenomenológicamente, pero mezclará elementos de hermenéutico. Este método, dirá, ya lo aplicó al análisis de la existencia. La obra –dirá Heidegger- tiene carácter de cosa, los himnos de Hölderlin eran empaquetados, así como los cuartetos de Beethoven están empaquetados en los almacenes de las editoriales. “El carácter de cosa es tan inseparable de la obra de arte que hasta tendríamos que decir lo contrario. La obra arquitectónica está en la piedra, la talla en la madera, la pintura en el color, la obra poética en la palabra y la composición musical en el sonido.” Pero hay algo más en ella que hace que sea arte. Además de ser algo acabado tiene un carácter alegórico –la obra es símbolo. “Queremos dar con la realidad inmediata y plena de la obra de arte, pues sólo de esta manera encontraremos también con ella el verdadero arte. Por lo tanto, debemos comenzar por contemplar el carácter de cosa de la obra. Para ello será preciso saber con suficiente claridad qué es una cosa.” La cosa en un inicio parece designar todo lo ente, desde un río o un avión a la muerte o el conjunto del mundo. Pero en realidad no es así –el hombre no es una cosa, ni siquiera los animales del bosque son cosas. Heidegger reduce el significado de cosa a aquello inanimado o destinado al uso. De esta forma, como dice Martín Claros, la cosa es cosa a la mano (Pg. 334). Heidegger explora tres definiciones clásicas de cosa: la definición sustancialista, que mantiene la existencia de un sustrato, de un algo permanente mientras los ejemplares serían sólo variaciones, la interpretación sensualista, que considera que somos nosotros los que le ponemos el carácter de cosa a la cosa a través de nuestro sentidos, y finalmente aquella interpretación que la considera como compuesta de materia y de forma. Estas tres formas clásicas de entender la cosa “nos cierran el camino hacia el carácter de cosa de la cosa, así como al carácter de obra de la obra.” Heidegger continuará descendiendo en el análisis. De las cosas a la mano partirá a caracterizar, a pensar sobre aquellas cosas cercanas pero creadas por nosotros: me refiero al utensilio. “Este ente que nos resulta más familiar en su ser, el utensilio, ocupa al mismo tiempo una peculiar posición intermedia entre la cosa y la obra.” Heidegger pondrá un ejemplo: se trata de las botas de faena de una campesina. Son el utensilio de trabajo –hecho de cuero, alberga tanto la humedad del campo como la tierra de los surcos siempre iguales de los campos de labranza. Lo apropiado de la bota es que deja a la campesina trabajar –no haciendo notar su presencia se funde con el entorno, con el mundo. Esta fusión se da porque la campesina no necesita estar pendiente de la bota –la característica principal del utensilio es su fiabilidad. Este es un modo de ser esencial. “La fiabilidad del utensilio es la única capaz de darle a esta mundo sencillo una sensación de protección y de asegurarle a la tierra la libertad de su constante afluencia.” En definitiva, la característica esencial del utensilio es la fiabilidad –es este rasgo el que deja al hombre, sintiéndose protegido, morando, oír la llamada de la tierra que serenamente, es tierra. Ésta es la verdad del utensilio. A esta verdad –dirá Heidegger- no llegamos estudiando la fabricación del zapato, ni siquiera escuchando una descripción detallada. A este fenómeno de la contemplación de la verdad del zapato asistimos a través de la obra de arte. Sabemos de verdad lo que es un zapato gracias a la obra de arte. Dice el filósofo del Ser: “El cuadro de Van Gogh, es la apertura por la que atisba lo que es de verdad el utensilio, el par de botas de labranza. Este ente sale a la luz en el desocultamiento de su ser. El desocultamiento fue llamado por los griegos aletheia (…) Cuando en al obra se produce una apertura de lo ente que permite atisbar lo que es y cómo es, es que está obrando en ella la verdad.” De aquí se deducen dos cosas: que la esencia del arte es ponerse a la obra de la verdad de lo ente. Es decir, forzando un poco el castellano, la obra “verdadera” –crea la verdad . Por el mismo motivo, las bellas artes reciben el nombre porque crean lo bello. Las artes abren el espacio de la verdad y de lo bello. Hablan de la esencia de las cosas. Pero no tratan a la manera platónica de mostrar lo más fielmente posible cómo son éstas –las obras se crean desde la vivencia personal de cada escultor, de cada artista. Este pensamiento enlaza con el análisis existencial del Dasein –crear obras de arte es abrir el espacio de la verdad, en este espacio se escucha el Ser, se manifiesta. Por este mismo motivo el Dasein se autonomiza, abandona la región del “Se” y se hace más auténtico. Vuelve a enlazar con la cuestión de la técnica: ser más propios –llevar el arte a un mismo, a la existencia singular de cada uno. Dado que un modo esencial del ser del hombre es la desocultación, al llevar lo oculto a la presencia Heidegger aboga por una reconversión del hombre a la poiesis en su sentido más amplio, no lo reconoce, pero la idea de ser artista en nuestra vida, la idea de la vida como creación estaba ya en Nietzsche… que diferente hubiera sido si reconociese las deudas con el Nietzsche de la Gaia Ciencia… Según Heidegger, toda esta explicación ha sido un rodeo a fin de mostrar que hay que acercarse más al Ser a fin de que aparezcan al carácter de cosa de la cosa, el carácter de utensilio del utensilio y el carácter de obra de la obra . El método que seguirá será el siguiente: “No hay por qué negar el carácter de cosa de la obra, pero puesto que forma parte del ser-obra de la obra, dicho carácter de cosa habrá de ser pensado a partir del carácter de obra. Si esto es así, el camino hacia la determinación de la realidad de cosa que tiene la obra no conducirá de la cosa a la obra, sino de la obra a la cosa.” Se trata de pensar el carácter de cosa, su existencia material, no desde este dato, desde su composición, desde el lienzo en el que está pintado el cuadro o desde el papel en el que están escritos los cuartetos, sino desde su carácter de obra de arte. Los conceptos tradicionales de cosa bloquean el acceso al ser cosa de la obra. Es necesario, pues buscar en el carácter de obra de arte, y en la subsistencia del mismo. Heidegger examinará un caso de arte no-figurativo: un templo griego. “Simplemente está ahí, se alza en medio de un escarpado valle rocoso. El edificio rodea y encierra la figura del dios y dentro de su oculto asilo deja que ésta se proyecte portado el recinto sagrado a través del abierto peristilo (…) Pero el templo y su recinto no se pierden flotando en lo indefinido. Por el contrario, la obra templo es la que articula y reúne a su alrededor la unidad de todas esas vías y relaciones en las que nacimiento y muerte, desgracia y dicha, victoria y derrota, permanencia y destrucción, conquistan para el ser humano al figura de su destino” . El templo abre un espacio, crea un mundo –alzado, crea un espacio –surge. Al surgir los griegos lo llamaron fisis. Para nosotros es tierra. “La tierra es aquello en donde el surgimiento vuelve a dar acogida a todo lo que surge como tal. En eso que surge, la tierra se presenta como aquello que acoge.” Esta obra, es la que permite hacer presente algo –y que por lo tanto es esa presencia misma. Escribe al respecto Moreno Claros: “El templo, alzado en medio del entorno, abre un mundo, pero, al mismo tiempo, lo vuelve a situar firmemente sobre la tierra, pues también crea un mundo sobre la tierra; así, tierra es lo acogedor, el denominado suelo natural sobre el que la obra levanta un mundo” El templo alberga al dios, es el espacio donde surge y por eso es el dios. Ser-obra –dirá Heidegger- es levantar un mundo. “Un mundo hace mundo y tiene más ser que todo lo aprensible y perceptible que consideramos nuestro hogar (…) es lo inobjetivo a lo que estamos sometidos mientras la vías del nacimiento y la muerte, la bendición y la maldición nos mantengan arrobados en el ser.” Esta descripción da pie a pensar que un mundo son los acontecimientos –no previsibles, difíciles, importantes y representarían el tiempo auténtico. Heidegger parece que vuelve a enlazar con Ser y Tiempo: la obra como acontecimiento recordaría al hombre su autenticidad, su de-dónde-viene y su porvenir: estar abierto al Ser significa estar atento al Tiempo auténtico, a la autenticidad de la existencia. El kairós es el tiempo difícil –la obra como acontecimiento es la memoria del hombre – que levanta un mundo en su apertura. Levanta a la vez que muestra y oculta.
UNA REFLEXION SOBRE HEIDEGGER
Autor:
Prieto, Miguel
Editorial:
Conciencia Activa
Colección:
Conciencia Activa
Género:
Filosofía
Lugar:
Venezuela
Edición:
1
ISBN:
Nº Páginas:
24
Año Publicación:
2008
Veces visto:
1775
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